Samuel López cumplió su gran sueño. A sus 11 años es el brigadier general más joven de las Fuerzas Militares.
Su acenso se cumplió en el campo de paradas de la Escuela Militar de Cadetes José María Córdova, en el noroccidente de Bogotá.
En estricta formación, como lo exige el protocolo, luciendo su uniforme camuflado, el pequeño exhibió los dos soles bordados en sus charreteras, el símbolo que lo distingue como el oficial más joven en recibir el primer el primer rango de generalato, un honor reservado solo a los miembros de las Fuerzas Militares que han llegado a la cúspide de su carrera gracias a su compromiso y responsabilidad.
El ascenso de Samuel es más que merecido. Es todo un guerrero, un luchador y un triunfador. Desde hace ocho meses este niño bogotano lucha contra la leucemia, un tipo de cáncer en la sangre que comenzó en su médula ósea y ha ido afectando el tejido blando que se encuentra en el centro de sus huesos, donde se forman las células sanguíneas.
El Departamento de Acción Integral del Ejército, la entidad que se encarga de diseñar planes, políticas y estrategias para acercar la institución militar a la ciudadanía, conoció su situación y quiso hacer honor a su lucha, como un símbolo de resiliencia.
Rocío Lozada, madre de Samuel, siguió la ceremonia sobre el pórtico de ladrillo, donde ondea la bandera del Ejército y el Pabellón Nacional en el campo de paradas de la Escuela Militar. “Él, desde los ocho años, dice que quiere ser militar”, contó emocionada.
Minutos antes, Samuel recibió de los miembros de Acción Integral el uniforme que iba a lucir: la camisa y el pantalón camuflados y las botas militares. Con la disciplina que caracteriza a cualquier oficial, se dirigió al alojamiento que le asignaron para alistarse y recibir instrucciones de sus superiores.
El pequeño Samuel pidió su madre ayuda para “atalajarse” –como se conoce en el argot militar el rito del soldado para arreglarse de manera esmerada y rigurosa y dar la mejor impresión a sus compañeros y superiores–. El joven brigadier general quería que todos se sintieran orgullosos, porque, como él mismo lo dijo, era “el mejor día de su vida”.
Mientras tanto, en el cuadro, donde se iban a cumplir los honores militares, se rumoraba que a la institución iba a ascender a un nuevo general. Los soldados recibieron instrucciones de prepararse para los respectivos honores al alto oficial y dar parte de las tropas.
Samuel, ataviado con su uniforme y acompañado de su madre, se desplazó a las aulas. Allí recibió su primera instrucción. Los maestros le brindaron conocimientos de historia, ciencias y otras disciplinas que deben conocer los aspirantes a oficial del Ejército. Después de un llamado a refrigerio y descanso –que no cayó nada mal– continuó la intensa jornada.
Después de la jornada académica asistió a la capilla de la Escuela, compartió la homilía con sus hombres, quienes más adelante lo invitaron a conocer el Museo de Banderas y las instalaciones de la emisora Colombia Estéreo.
Al final llegó el momento que toda la escuela estaba preparando. Sonó la diana, los soldados corrieron a formar y al unísono gritaron a todo pulmón:
—¡Buenos días mi general!.
Samuel, como cualquier veterano oficial, esperó a que uno de sus subalternos diera la orden:
—¡Vista a la izquier..!
Y con rostro adusto escuchó el parte que le dio el comandante de guardia.
Rocío, su madre, aplaudía y gritaba dichosa. Su hijo, la miraba con cierto desconcierto por romper el protocolo, pero a ella no le importó. En medio de la adversidad, Samuel ganaba una batalla más en su lucha contra el cáncer. Ahora, enfrenta su enfermedad como todo un general, así el grado sea honorífico.
Rocío, al ver a su hijo cumplir su sueño a sus 11 años en medio de la adversidad, revivió la esperanza. Por un instante, el cáncer que afecta al pequeño se veía lejano ante la valiente actitud de Samuel. Él, ahora, batalla como general esta enfermedad.
Con felicidad, Samuel agradeció a todos los miembros de Acción Integral y su última acción de mando fue la de cersiorarse que en los anaqueles de la Escuela quedará plasmado su nombre. Luego, fue rodeado del cálido abrazo de los integrantes de la Escuela Militar quienes lo despidieron con el tradicional “ajua”.