El cuidado y la protección de niñas, niños y adolescentes es una de las premisas de la Administración Municipal que, desde la Unidad de Niñez, realiza constantes acciones para salvaguardar la integridad de estos grupos poblacionales.
“Desde la Unidad de Niñez acompañamos a las familias como entorno protector de cara a la protección y el restablecimiento de los derechos de las niñas, niños y adolescentes y a su cuidado en general, asumiendo la familia; por eso se proponen diferentes acciones formativas y en territorio, enfocadas al cuidado de este grupo poblacional de la ciudad”, manifiesta Claudia María Rodríguez Castrillón, coordinadora general del programa Medellín Cuida sus Niñas, Niños y Adolescentes, adscrito a la Unidad de Niñez de la Secretaría de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos.
Acompañamiento preventivo
Este acompañamiento de la Unidad de Niñez -de acuerdo con Claudia- se realiza mediante diversas estrategias en las que se detectan algunas alertas en relación con la garantía de los derechos, lo cual se lleva a cabo en sitios como los inquilinatos y diferentes entornos de la ciudad, las 24 horas, los siete días de la semana, en las 16 comunas y en los cinco corregimientos de Medellín.
“En territorio tenemos, entre otros, unas móviles que transitan por la ciudad detectando estas situaciones para hacer las intervenciones requeridas. Cuando encontramos niños, niñas o adolescentes en situación de riesgo o de vulnerabilidad, son acogidos de manera inicial en el Centro de Diagnóstico y Derivación de la Alcaldía de Medellín, ubicado en el barrio Robledo, donde les brindamos atención y protección inicial y luego, los remitimos a las instituciones especializadas. Además, estamos en comunicación constante con el 123 social y con la Policía de Infancia y Adolescencia, de donde también se derivan diferentes casos”, explica.
Estrategia integral
La estrategia es integral y de ahí que, a estos grupos familiares que están afectados por diferentes problemáticas, se les brinda acompañamiento, capacitaciones y formación continua en asuntos como prevención del abuso, riesgos en el manejo de las redes, acompañamiento afectivo, creación de entornos protectores, entre otras, lo cual ahora -a raíz de la pandemia- se apoya de manera virtual.
Además, muchos de los que han pasado por los procesos, están hoy de nuevo en sus hogares gracias a esta labor, disfrutando del calor familiar y rehaciendo su vida. “Yo pasé por varias instituciones durante mi proceso hasta que llegué acá al Centro de Derivación de Robledo y esto me sirvió literalmente para mi vida, para mi trabajo, para crecer como persona, para convivir con mi pareja y con mi familia; es algo que hice con mucho amor, me ayudaron a descubrir mis habilidades, a cantar, a liderar un grupo, al manejo de mis ansiedades y a saber cómo llegar más a mi familia. Yo tuve el reintegro familiar y no he vuelto a ser lo que era. Todas esas herramientas que me dieron me sirvieron para tener una disciplina y para todo en la vida. Hoy soy una mejor persona”, cuenta Saray Milena Nuno Penagos de 21 años de edad.
Una labor con buenos frutos
Es tan positivo lo que hacen, que algunos de los que algún día fueron niños y ya son mayores y pasaron por el programa -como Saray-son ahora parte del equipo de talleristas del Centro de Diagnóstico y Derivación que ayudan en esta tarea. Otros, de igual manera algunos de los egresados de los programas -aunque no tienen una vinculación estrictamente laboral- se constituyen en red de apoyo.
“Es una sensación extraña, pero es muy bonito. Amo mi labor, me encanta involucrarme con todo el proceso. Yo hace 5 años estaba ahí de ese lado y ahora ser educadora es muy bonito. A veces me siento muy rara, pero estoy muy orgullosa de lo que hoy soy y trato de motivar a mis alumnos para que sientan esas mismas ganas”, confiesa Saray y por eso a los jóvenes en situación de calle, de consumo o de maltrato que por razones de su trabajo se encuentra, siempre les recomienda realizar este proceso y más ahora que les puede ayudar.
Los frutos seguirán llegando. Hoy Saray adelanta su primer semestre de un diplomado en el Instituto Pedagógico de Sicología y continúa firme en su labor como orientadora del proceso de entornos protectores en el Centro de Derivación de Robledo. “Me veo en el futuro como una trabajadora social y quiero ser abogada para ser defensora de los derechos humanos, en especial de los menores de edad. Me veo como un buen ser humano en varios aspectos, en lo espiritual y en lo económico. Me visualizo ayudando a los demás, así como a mí me ayudaron”, concluye.
“Esto es una cadena de favores muy linda…esos ejemplos demuestran que sí vale la pena”, concluye Claudia.