Dos mujeres excombatientes que adelantan los procesos de reintegración y reintegración especial, con el Grupo Territorial Santander de la ARN, se han convertido en ejemplo de cambio para los jóvenes, gracias a los testimonios de vida que han plasmado en libros y a las actividades de concientización sobre las consecuencias del conflicto que realizan con estudiantes de colegios.
Alejandra* es una de ellas; estuvo cuatro años haciendo parte de las filas de un grupo guerrillero, y en el año 2015 decidió ponerle fin a sus días en la guerra e iniciar un proyecto de vida en la legalidad, acompañada de los profesionales de la ARN.
“En el proceso pude alcanzar mi bachillerato y una tecnología, adaptarme a la vida civil y formar mi propia familia”, expresa sobre los logros de los últimos años.
Pero Alejandra* quiso ir más allá y trascender con su experiencia en la vida de las nuevas generaciones. Ya escribió los manuscritos de un libro que denominó ‘Resurgir’ y el cual espera publicar con el apoyo de una editorial. “Básicamente son experiencias en mi vida y anécdotas a la largo de mis 26 años, las cuales le servirán al lector como un ejemplo de vida”, agrega.
Y su ejemplo de cambio de proyecto de vida, lo testimonia constantemente en encuentros con jóvenes y participando en iniciativas comunitarias de la ARN en esta región del país, porque “quiero ser un ejemplo para los jóvenes vulnerables con lo que he alcanzado con mi capacitación y esfuerzo”, puntualizó.
En el mismo sentido Mireya*, una mujer que hizo parte del conflicto armado en Barrancabermeja, Santander, con las autodefensas, hoy quiere cambiar el concepto “erróneo que muchos jóvenes tienen sobre la vida”. Ella, asegura que la “rebeldía, el querer pasar por encima de las personas, no aprovechar el estudio y los sentimientos de venganza” fueron acciones que la llevaron a las armas, y hoy con sus charlas en instituciones educativas, no quiere que se repitan en las estudiantes.
Ahora, con formación tecnológica en enfermería y administración, ha logrado consolidar un proyecto de vida familiar y productivo. Sus aprendizajes también los llevó a un libro, en el cual narra su historia en el grupo armado ilegal y su posterior paso a una vida de “perdón y reconciliación”, añadió Mireya*.
Hoy le deja una reflexión a las mujeres que se mantienen en grupos delincuenciales: “Es la peor equivocación que podemos cometer, nos estamos privando de la libertad, de escoger hacia dónde queremos ir, de proyectarnos y adquirir conocimientos, porque nosotras somos mujeres que nacimos para dar vida y no para quitarla”.