La presidenta de las Islas Marshall, Hilda Heine, pidió a la ONU disculparse por su participación indirecta en pruebas nucleares realizadas en esos territorios tras la Segunda Guerra Mundial.
Estados Unidos detonó 67 bombas nucleares en las Islas Marshall entre 1946 y 1958, cuando administraba ese archipiélago del Océano Pacífico por una resolución de la ONU.
Las consecuencias para la salud y el medioambiente aún se perciben en el país insular, donde viven 42.000 personas y del que cientos han tenido que migrar. Fue «la única vez en que un órgano de la ONU ha autorizado explícitamente la detonación de armas nucleares», dijo Heine durante la Asamblea General de la ONU en Nueva York.
«No podemos deshacer el pasado. Pero como Naciones Unidas, nos debemos a nosotros mismos enmendar las cosas mediante la adopción de una resolución que se disculpe formalmente por no haber atendido la petición del pueblo marshalés», agregó.
Washington se ha defendido afirmando que ha dado más de 1.000 millones de dólares al cambio actual «a las comunidades afectadas». Heine describió que las pruebas nucleares dejaron un «legado continuo de muerte, enfermedad y contaminación».
Miles de isleños se vieron envueltos en una nube de lluvia radiactiva tras la detonación de la bomba de hidrógeno Castle Bravo realizada en 1954 por Estados Unidos, y muchos sufrieron problemas de salud.
Heine dijo que la exposición fue el «equivalente a 1,6 disparos de Hiroshima, cada día, durante 12 años». Toneladas de escombros contaminados procedentes de las pruebas se vertieron en un cráter del atolón de Enewetak y se cubrieron con un hormigón que desde entonces se ha agrietado, suscitando preocupaciones sanitarias.
«El impacto de las pruebas ha dejado profundas cicatrices, con comunidades que permanecen exiliadas de sus islas de origen, miles de millones de dólares en reclamaciones no satisfechas y una carga social y medioambiental para nuestras generaciones más jóvenes y futuras», declaró la mandataria.
Un estudio publicado por el Instituto Nacional del Cáncer estadounidense en 2004 estimó en unos 530 los casos de cáncer causados por las pruebas nucleares.