Usualmente los actos de suicidio generan polémica y opiniones en redes sociales, juicios de valor sobre la persona que decide acabar con su vida como si se tratara de hechos aislados para llamar la atención. En nuestro país sigue siendo un tabú hablar acerca de suicidio y en la sociedad se trata de omitir el tema.
En Colombia los índices de suicidio siguen incrementando, la pandemia aumentó los riesgos asociados al mismo. La Encuesta Nacional de Salud Mental reporta que “el 5.5% de los varones, y el 7.6% de las mujeres han pensado en suicidarse”, que la región con mayor ideación suicida es Bogotá, y que la presencia de algún trastorno mental o haber sido víctima de desplazamiento estaban asociados a una ideación suicida grave. La pandemia y las cuarentenas tuvieron un impacto especialmente alto en el riesgo suicida de jóvenes y niños colombianos.
«Es importante identificar las señales de alarma en las personas que nos rodean para prevenir los sucesos irreversibles. Algunos de los indicios que pueden señalar la presencia de riesgo suicida inminente son: Amenazas de suicidio, verbalización de un plan estructurado para acabar con la vida, autolesiones intencionales, o conductas que abiertamente tienen el objetivo de acabar con la propia vida” afirma Camilo Espinosa Ballén, psicólogo y magister en Psicología Clínica y de la Salud, Universidad El Bosque.
Otros factores que incrementan el riesgo a largo plazo son: Acceso fácil a medios letales con los que se pueda acabar con la vida (armas, venenos, o similares), estar expuesto a un caso reciente y cercano al suicidio (desde familiares, amigos, compañeros de colegio, o en redes sociales), eventos adversos significativos (como duelos por la muerte de un ser querido, ser víctima de violencia sexual, violencia doméstica, encarcelamiento u hospitalización psiquiátrica, entre otros), pertenecer a alguna minoría, experimentar dolor crónico, o experimentar traumatismos que generen alguna discapacidad.
Estudios han demostrado que las personas que expresan sus ideas y que hablan sobre su malestar y dificultades siempre tendrá menos riesgo que la personas que no hablan acerca del tema. La labor del familiar o allegado consiste en orientarle hacia un proceso psicológico con un profesional especializado. Si, por lo contrario, la persona niega la ideación o el riesgo, allí se muestra una conversación más compleja.
“Si una persona cercana manifiesta riesgo de suicidio, asegurémonos de prestar atenta escucha sin restarle importancia a cualquier motivo, validando los sentimientos de la persona y dejando claro que cuenta con nosotros y que estamos prestos a buscar ayuda profesional” añade Espinosa.
Lo anterior se trata de un balance entre la empatía y validación de entender el sufrimiento del otro, mientras que al mismo tiempo dejamos claro que el suicidio no es nunca una opción adecuada para resolver los problemas. La solución siempre será construir una vida que valga la pena, que sea significativa a pesar de las dificultades.