La organización del Mundial de fútbol de Qatar, que comienza este domingo, se ha encontrado esta semana con un problema no resuelto: la venta pública de alcohol durante el torneo, y más en concreto, de cerveza.
El régimen solo permite su venta de forma muy controlada, como por ejemplo, en los bares de sus hoteles de lujo, pero no al interior de los estadios ni en sus alrededores.
En un comunicado difundido en sus redes sociales la FIFA explica que tras haber llevado a cabo «discusiones entre las autoridades del país y la FIFA, se ha tomado la decisión de concentrar toda la venta de bebidas alcohólicas en el FIFA Fan Festival», una fan zone con pantallas gigantes para seguir los partidos en el centro de Doha, «eliminando los puntos de venta de cerveza del perímetro de los estadios».
Dichos puntos son responsabilidad de Budweiser, uno de los principales patrocinadores de la FIFA, que ahora puede enfrentarse a reclamaciones contractuales de su socio. The New York Times cifra en 75 millones de dólares el dinero que la marca cervecera, propiedad del grupo AB InBev, paga cada año al ente futbolístico.
Pero el comunicado explica que no afecta a la venta de Budweiser Zero, la versión sin alcohol.
La respuesta, hasta el momento, de Budweiser, ha sido publicar un tuit con el siguiente mensaje: «Bueno, esto es incómodo».
Qatar es un país en el que el consumo de alcohol está muy restringido y apenas se puede consumir en algunos hoteles de Doha. Durante la disputa de la Copa del Mundo esta normativa se ha relajado, pero sigue sin poder comprarse alcohol en supermercados, además de precios elevados, con un litro de cerveza por encima de los 13 euros y una copa de wiski más allá de los 40 euros.