El tema migratorio ha comenzado a convertirse en un verdadero dolor de cabeza para el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Y uno, además, con serias complicaciones políticas y electorales que podría descarrilar a su joven administración.
Desde la campaña, el líder demócrata había prometido que trataría el problema como una de sus máximas prioridades de gobierno, deshaciendo de inmediato muchas de las polémicas medidas que implementó Donald Trump durante sus cuatro años en el poder.
De hecho, durante sus primeras semanas en el Casa Blanca acabó con una gran mayoría de ellas y presentó en el Congreso los esbozos de una profunda reforma migratoria con la que pretende ponerle fin al drama que viven los más de 10 millones de indocumentados que viven en el país.
Y si bien ha mantenido, por ahora, algunas de las medidas de Trump, especialmente una que permite deportar con rapidez hacia México a quienes llegan a la frontera pidiendo asilo o son capturados en sus inmediaciones, optó por no aplicarlas cuando se trata de menores de edad.
Pero en la práctica, su postura, al igual que la del Partido Demócrata, se ha traducido en un impresionante flujo de migrantes hacia la frontera sur, que creen ver en la llegada de Biden una oportunidad para finalmente meterse al país de sus sueños.
En particular, están llegando miles de menores sin sus padres a sabiendas de que la nueva administración ha prometido no deportarlos. De acuerdo con la Oficina para la Protección de la Frontera y Aduanas, desde junio de 2019 a la fecha, la cantidad de jóvenes detenidos se ha duplicado y en camino vienen más.
Esta semana, el secretario para la Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, reconoció que el aumento de inmigrantes llegando a la frontera es un asunto “difícil” y que muy pronto, si las cosas no cambian, se batirán todos los récords de los últimos 20 años.
Biden, a través del micrófono de la Oficina Oval, ha venido insistiendo en que la frontera se encuentra “cerrada” por las restricciones del coronavirus y pidiendo a centroamericanos y otros que se queden en sus países mientras trata de mover iniciativas legislativas que ayuden a mejorar la situación económica en la región y cese la necesidad de migrar a EE. UU.
Pero nada de lo dicho parece haber tenido impacto en una ola que antes sigue creciendo. Peor aún, es tan grande el flujo de menores que la administración no ha podido ubicarlos en centros de detención permanentes y por lo tanto sigue acomodándolos en las estructuras temporales que construyó Trump y que los demócratas tanto criticaban por sus malas condiciones.
Ataque republicano
La crisis, porque lo es, les ha abierto una poderosa línea de ataque a los republicanos, que amenazan con hundir las iniciativas legislativas que venían empujando los demócratas.
Kevin McCarthy, líder de los republicanos en la Cámara de Representantes, acusó al presidente de haber creado una crisis humanitaria en la frontera al expedir “una invitación abierta a cientos de miles de menores de la región” para que vinieran a este país. Y otros ya comienzan a hablar de que el presidente y los demócratas lo que promueven es la apertura total de las fronteras y la amnistía para quienes violaron la ley.
El problema para Biden es que la crisis llega justo cuando estaban de ‘un cacho’ dos proyectos de ley en el frente migratorio que eran prioridad. Esta semana, la Cámara aprobó ambos: uno que legaliza la situación para los llamados dreamers, personas que llegaron a EE. UU. ilegalmente siendo muy jóvenes, y otro que hace lo mismo para los trabajadores en agricultura, que anualmente ingresan a EE. UU., para recoger cultivos, pero luego son devueltos a sus países de origen.
Pero la situación en la frontera ha complicado su trámite en el Senado, donde los demócratas solo tienen 50 votos y requieren del apoyo de al menos 10 republicanos.
Los legisladores en este partido, al menos los más proinmigración, están exigiendo que para poder respaldar lo aprobado por la Cámara, Biden tiene que al menos restituir la política de “quedarse en México”, que existió durante los años de Trump y que obliga a los que piden asilo en EE. UU. a permanecer en este país mientras se resuelve su solicitud.
Así mismo, que revoque leyes aprobadas en el 2008 que impiden que se pueda deportar a menores salvo que estos sean de México o de Canadá. Pero ambos cambios son rechazados con vehemencia por la línea más liberal de su partido, que en cambio quiere una política migratoria más generosa.
Por lo tanto, existe un riesgo real de que las iniciativas se estanquen en el Senado, lo cual sería visto como una gran derrota pues los demócratas controlan el Congreso. Además, es un preludio de lo que podría pasar con el resto de la reforma migratoria, que es mucho más polémica que el asunto de los dreamers.
“Biden está contra las cuerdas. Por un lado, están los liberales de su partido que reclaman que cumpla con sus promesas de campaña en el tema migratorio. Pero, por el otro, esta crisis fronteriza les ha dado a los republicanos municiones para atacar en un tema que es muy popular en este partido. De hecho, muchos lo ven como el camino para retomar el control del Congreso en las elecciones del 2022 pues es un tema que activa a las bases del partido”, afirma Lawrence Jacobs, director del Centro para Gobierno y Estudios Políticos de la Universidad de Minnesota.
Algo que deben recordar muy bien los demócratas, pues fue precisamente la retórica antiinmigrante lo que llevó a Trump a su sorprendente victoria en el 2016.
Presión amiga
En todo caso, la presión ha ido creciendo en ambos frentes. Para los grupos proinmigración, Biden está en una posición ideal para lograr lo que ningún otro presidente ha podido en tres décadas ahora que tiene un Congreso de mayoría demócrata.
“Nuestro país necesita urgentemente de reformas para poder resolver el statu quo en el que se encuentra por 30 años de inacción legislativa para modernizar nuestros sistema migratorio y eso incluye una solución permanente para los dreamers, los trabajadores agrícolas y los que tienen estatus de protección temporal. El Senado debe actuar cuanto antes para ofrecer soluciones razonables a esta problemática”, decía Daniela Garza, presidenta de la iniciativa Libre.
Pero para los republicanos lo que se está empujando es la idea de que a EE. UU. se puede venir ilegalmente y luego se les premia con la regularización. “Esto es simple y llanamente una amnistía para quienes cometieron un crimen o se quieren quedar más allá de lo que necesita la ley”, afirma el congresista republicano James Comer.
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Otro argumento que usan y que pesa es que el país está pasando por una crisis económica muy fuerte en la que el desempleo es alto y no es el momento de abrir las compuertas. “Primero hay que controlar la frontera y recuperar nuestra economía. Solo después podemos comenzar a pensar en este tipo de soluciones más permanentes”, sostuvo Lindsey Graham, uno de los senadores republicanos más dispuestos a considerar reformas migratorias.
Y hay varios legisladores demócratas que coinciden. Para Vicente González, que representa a Texas en el Congreso, sería irresponsable dejar entrar a más personas en este momento. “(…) Sería preferible que apliquen al asilo desde sus propios países. No tenemos recursos para manejar esta ola de gente que llega a la frontera”, dijo.
Biden tiene una opción y muchos grupos liberales le han pedido que la use. No solo en este, sino en otros asuntos en los que su agenda está siendo frenada por los republicanos. La alternativa es forzar a la bancada demócrata a que elimine la regla actual que exige el voto de 60 senadores para aprobar una ley. Con eso podrían aprobar los dos proyectos –dreamers y trabajadores agrícolas– sin el concurso de los republicanos. E incluso la reforma migratoria, pues en la Cámara de Representantes las leyes sí se aprueban por mayoría simple.
Pero es una opción muy riesgosa. Si lo hace, así sea solo para las medidas migratorias, equivaldría a una declaración de guerra total frente a los republicanos. Y esto podría devolvérsele pues si este partido recupera el control del Senado –algo muy probable en algún punto–, hará lo mismo para avanzar sus prioridades.
Además, en la Cámara Alta hay un grupo de senadores demócratas que representan a estados con tendencia conservadora que probablemente no respaldarían este cambio. ¿Cómo saldrá Biden de este viacrucis? Nadie lo sabe. Pero no hay duda de que algún costo, probablemente alto, tendrá que pagar.