Greenpeace denunció el «descontrol» de la minería ilegal en el río Madeira, en la Amazonía brasileña, adonde esta actividad ha vuelto con fuerza pese a las recientes operaciones policiales para combatirla.
La ONG ambientalista detectó en enero, con base en imágenes satelitales, 130 balsas utilizadas por los mineros para extraer oro del lecho de este río, uno de los principales afluentes del Amazonas.
De acuerdo con Greenpeace, esto demuestra que las acciones de las fuerzas de seguridad, incluida una macro operación lanzada en agosto durante la cual fueron destruidas 450 balsas, no han logrado detener la extracción de oro.
«El ‘garimpo’ (nombre con el que se conoce la minería ilegal en Brasil) permanece activo y descontrolado en el río Madeira», afirmó en un comunicado la organización.
La ONG aseguró que este avance descontrolado se debe a la «falta de políticas públicas estructuradas» y pidió al Gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva «medidas enérgicas y coordinadas» para proteger el Madeira, que tiene una longitud de más de 3.300 kilómetros.
La minería ilegal contamina los ríos amazónicos de los que dependen los pueblos indígenas y las comunidades ribereñas, al usar mercurio para separar el oro del resto de sedimentos.
Greenpeace denunció la semana pasada que la minería ilegal también había aumentado en la reserva indígena Yanomami, en la frontera con Venezuela, donde los buscadores de oro continuaban devastando tierras.
Lula ha hecho de la agenda ambiental una de sus banderas y ha reforzado la fiscalización para frenar la destrucción de la Amazonía, pero la persistencia de la minería y el aumento de los incendios en la segunda mitad del año pasado han empañado esos esfuerzos.