Colombia está entre los países con más empresas de mujeres en América Latina, de acuerdo con el análisis realizado por Global Entreprenurship Research Association (GEM) en su Informe GEM 2022/23: «Desafiando el Sesgo y el Estereotipo», en el que evalúan la participación femenina en el ecosistema empresarial. La firma detectó que, en Latinoamérica, nuestro país ocupa el segundo lugar, ya que reportan que un 26% de los emprendimientos son femeninos, detrás de Guatemala con un 28%.
De acuerdo con estos datos, en Colombia el porcentaje de emprendimientos de hombres sigue siendo superior que el de mujeres, por ende, apoyarlas para que establezcan un negocio propio es una manera de contribuir a la disminución de la brecha de género en torno a la creación y liderazgo de nuevos negocios.
Programas como EMPROPAZ, iniciativa liderada por Bancamía, entidad de la Fundación Microfinanzas BBVA, en alianza con USAID, y junto con la Corporación Mundial de la Mujer Colombia y la Corporación Mundial de la Mujer Medellín/De Mis Manos, ha priorizado el fortalecimiento de emprendimientos de mujeres, los cuales representan el 59% de los beneficiarios del programa. Estas participantes se encuentran principalmente en Antioquia, Bogotá, Putumayo y Norte de Santander.
Gracias a EMPROPAZ, cerca de 8.000 mujeres se han formado como empresarias, de las cuales el 28% manifiestan haber sido víctimas del conflicto y el 45% son jefes de hogar, como Sandra Figueroa, quien gracias a la confección ha logrado sacar adelante a su familia:
Hilos de Resistencia – Sandra Figueroa y su transformación, a través de la confección
Sandra nació en San Calixto, Norte de Santander. A los 9 años, su familia decidió irse a vivir al municipio de El Tarra, en el Catatumbo, zona históricamente afectada por el conflicto armado, aunque Sandra le resta a eso importancia con una sonrisa y un: “Es una zona difícil, pero muy bonita”. Para ella, quien siempre tiene una actitud positiva, lo importante son las personas, sobre todo “aquellas que verdaderamente quieren salir adelante”.
En aquel lugar que le proporcionó los que considera sus años más felices, también fue donde se convirtió en víctima de las injusticias que acarrea la guerra al verse obligada, junto con su familia, a salir de la que era su casa y a la que nunca pudo volver. Aunque irse les brindó mayor tranquilidad, las razones del desplazamiento los siguió hasta Ocaña, ciudad a la que se trasladaron.
A los 16 años, conoció a quien sería el papá de su hija mayor, guiada tal vez por la inocencia y el desconocimiento, decidió formar un hogar que al poco tiempo se deterioraría, debido al irrespeto y el maltrato que recibió por parte de su pareja, sin embargo, Sandra afirma que “esas experiencias ya fueron perdonadas y saldadas”.
Tejiendo Sueños
Tras su familia ser perseguida, y sus hermanos obligados a tomar caminos distintos, Sandra decidió buscar un nuevo comienzo en Cúcuta. Desde hace 24 años, “La perla del norte” ha sido el hogar para ella y su familia.
Allí, Sandra comenzó trabajando en casas de familia, apoyando con las labores del hogar, lo que le permitió subsistir por un tiempo. Y fue justo realizando tareas domésticas que descubrió su amor por la moda y la confección, pues, de esas coincidencias que solo García Márquez podría imaginarse en sus páginas, existía un taller de confección en todas las casas en las que fue empleada.
Alentada por su tenacidad y ganas de aprender, se animó a hablar con sus jefes para que le enseñaran a manejar las máquinas con las que pronto podría ir tejiendo un futuro próspero para su familia. De a poco, se volvió diestra con la fileteadora, la collaretera y la plana, como ella misma dice: “Soy muy intuitiva y fui aprendiendo mientras veía”. A los pocos días ya trabajaba como operaria en un taller.
La costura del éxito
Al haber adquirido más experiencia con la confección, se acercó a ella quien se convertiría en su socio. Un guajiro que estaba emprendiendo con la comercialización de chalecos, le propuso aliarse para que Sandra creara estas prendas y se las ayudara a vender en el centro de Cúcuta.
Al ver buenos resultados, Sandra quiso dar el siguiente paso y perfeccionar sus habilidades con la aguja, así que decidió empezar un curso de moda y confección con una caja de compensación. “Fue un año completo estudiando todas las noches, pero gracias a mis ganas de salir adelante logré graduarme”, y es que fue un año en el que entre el trabajo y el estudio le quedaba poco tiempo para compartir y cuidar a su familia.
Con los años, y al ver que más allá de los chalecos, las personas le solicitaban prendas sobre medidas, comenzó a expandir lo que producía y a construir su taller satélite de confección en su hogar. Con esfuerzo fue adquiriendo las máquinas necesarias hasta que un día decidió independizarse y tener su propio negocio.
Bordando el futuro
“Yo le llamo ser independiente a arriesgarme a ese mundo laboral donde uno mismo debe generar su propio sueldo. Es mucho más difícil porque uno ya no trabaja ocho horas diarias, sino 24/7”, afirma Sandra con mucho orgullo.
Así fue como, con mucho esfuerzo y empoderamiento, se creó Diseños K’Sami, el emprendimiento de Sandra, que, si bien hasta el año pasado fue registrado oficialmente ante la Cámara de Comercio, lleva siendo la principal fuente de ingresos de esta modista, madre cabeza de familia, quién actualmente tiene 43 años, y vive junto con su hija, de 26 años, su hijo de 16 y su hermana.
En Diseños K’Sami se realizan trabajos sobre medida, ajustes livianos, telas rígidas y uniformes. Además, Sandra suele sacar pequeñas colecciones de unas 15 prendas para la venta. Con este negocio, la emprendedora logró pagarle a su hija mayor la universidad, a su hijo el colegio y ha podido mantenerlos y procurar que nada les falte.
En 2019, a través de la Asociación ‘Estrellas Resplandecientes’, que reúne a mujeres gestantes, cabezas de hogar, desplazadas, en condición de discapacidad, ente otros perfiles, para apoyarlas en su deseo de capacitarse, aprender y salir adelante, Sandra conoció el programa EMPROPAZ, el cual le ayudó a llevar su negocio al siguiente nivel.
Empezó a recibir capacitaciones personalizadas de parte de los asesores empresariales del programa, en donde con cada lección adquiría más conocimientos financieros, de marketing y sobre cómo hacer crecer un emprendimiento. Fue gracias a EMPROPAZ que pudo formalizar Diseños K’Sami para abrir oportunidades de trabajo.
“EMPROPAZ me ayudó a fortalecer mi proyecto a futuro, todos los aprendizajes que me daban, lo hacían con mucho amor y esmero”, cuenta Sandra, quien vendía entre 2 a 3 millones de pesos mensuales antes de iniciar el proceso con EMPROPAZ y ahora, tras haber finalizado, ha tenido meses donde las ventas han ascendido hasta los 10 millones de pesos.
Gracias al auge del negocio, Sandra ha podido contratar 2 personas para apoyarla en la creación y entrega de los trabajos que le son solicitados, y, además, tiene a una tercera encargada exclusivamente en trabajos de pedrería. Así, Sandra le abre las puertas de su taller a otras mujeres para que aprendan y tengan una oportunidad de trabajo, igual a como lo hicieron sus antiguos jefes años atrás.
Con el acompañamiento y formación financiera y empresarial que recibió con EMPROPAZ, a Sandra le fue otorgado, un crédito en Bancamía, siendo esta la primera vez que se animaba a solicitar este tipo de producto a un banco.
Este dinero fue invertido en insumos de marquetería y telas, para mejorar la estética de los productos y tener liquidez para poder responder a los pedidos que sus diferentes clientes le hacen, ya que “por más que ellos paguen el 50% por adelantado, al ser pedidos grandes este adelanto no es suficiente”, explica la emprendedora.