Henry Kissinger, el hombre que anhelaba desempeñar el papel de Metternich en la segunda mitad del siglo XX, falleció ayer a la edad de cien años en Nueva York. Su influencia en la política exterior estadounidense cesó hace 46 años y 10 meses, cuando Gerald Ford cedió la presidencia a Jimmy Carter.
A pesar de ello, la figura de Kissinger ha perdurado en el ámbito global. Esto se debe, en parte, a que los eventos que él influyó, o incluso decidió, a veces engañando al presidente de Estados Unidos de turno, continúan dejando huella en el mundo casi medio siglo después de abandonar el poder.
Kissinger fungió como consejero de Seguridad Nacional y secretario de Estado durante los mandatos de los presidentes republicanos Gerald Ford y Richard Nixon, simultáneamente en ciertos periodos, desde enero de 1969 hasta enero de 1977. Su legado más destacado es el deshielo en las relaciones entre Estados Unidos y China, naciones que carecían de relaciones diplomáticas desde que los comunistas de Mao Zedong llegaron al poder en 1949.
En esa época, Eisenhower llegó a considerar bombardear a China con armas atómicas para proteger la independencia de Taiwán en la década de 1950. Kissinger consolidó el quiebre en el mundo comunista, atrayendo a China hacia el capitalismo y convirtiéndola en una potencia que ahora amenaza con superar a Estados Unidos.
Si bien algunas acciones de Kissinger carecieron de tanta trascendencia, hubo otras marcadas por un alto costo humano. Su aprobación del golpe de Estado de Pinochet en Chile en 1971, respaldada con la frase «no sé por qué tenemos que quedarnos quietos y ver cómo un país va hacia el comunismo por la irresponsabilidad de su propia gente», dejó un reguero de violencia y represión.
En 1971, permitió que Pakistán llevara a cabo atrocidades en Bangladesh, como más de un millón de asesinatos y 200,000 violaciones, para mantener relaciones favorables con China. Mintió al presidente Gerald Ford para que Marruecos pudiera ocupar el Sáhara Occidental, desencadenando un conflicto aún sin resolver.
Kissinger también promovió la prolongada guerra civil en Angola para contener la expansión del comunismo y autorizó el golpe militar en Argentina en 1976, seguido por una brutal represión con miles de desapariciones. Su respaldo al presidente Richard Nixon en la invasión y masivo bombardeo sobre Camboya resultó en la muerte de más de 100,000 personas, en su mayoría civiles.
A pesar de estas controversias, Kissinger recibió el Premio Nobel de la Paz por sus negociaciones para la retirada estadounidense de Vietnam. La complejidad de Kissinger como individuo resulta difícil de encapsular en una sola frase.