Después de la destrucción de 5 millones de puestos de trabajo en los primeros meses de la pandemia en Colombia, al cierre de 2020 el país recuperó el 70% de esos empleos. Sin embargo, las cifras muestran que esta recuperación es principalmente a través de la informalidad, y que los trabajos formales se están quedando atrás.
Según el Dane, en diciembre la informalidad ya volvió a los niveles previos a la crisis e, incluso, va en aumento. De hecho, en ese mes el indicador fue de 49,5% en las 23 principales ciudades, frente a un 48% del mismo lapso de 2019; eso significó un incremento de 1,5 puntos porcentuales.
Y si se mira el número de puestos de trabajo recuperados al cierre del 2020, los informales van por delante de los formales. Precisamente, el departamento estadístico señala que entre enero y diciembre de 2020 1,2 millones empleados particulares perdieron su puesto, mientras que los de por cuenta propia tuvieron una reducción de 692.000 trabajos. Con eso, la participación de los primeros quedó de 38,3% y de los segundos de 44,1%.
Precisamente, en un informe que presentó recientemente el Banco de la República sobre el mercado laboral, aseguran que la informalidad en las zonas urbanas está creciendo de forma más acelerada que la formalidad.
“Así como en el total nacional crece a mayor ritmo el empleo no asalariado, en las áreas urbanas el informal lidera la recuperación de la ocupación. Este segmento, que se contrajo fuertemente al inicio de la pandemia (2,2 millones de empleos perdidos frente a 1,4 millones de los formales), ha recuperado a noviembre cerca del 70% de sus empleos perdidos. En contraste, el segmento formal solo ha recuperado el 64% de los trabajos que se eliminaron”.
Como lo han señalado varios centros de estudio y expertos, este panorama tiene que ver con que tras la pérdida de empleos formales, varios trabajadores acuden a salidas rápidas e informales para recuperar una parte de sus ingresos.
Ese fue el caso de Daniel Rodríguez, un joven de 23 años, quien hasta abril trabajó como empleado formal en un restaurante en el norte de Bogotá y que por la pandemia y la situación propia del sector de servicios de comidas tuvo que dedicarse a trabajar como conductor de un taxi.
“La situación está complicada porque los restaurantes no están recontratando. Apenas perdí el trabajo, lo más rápido que vi que podía hacer era manejar, porque tenía mi pase al día. Pero eso es muy difícil porque me toca a mí correr con los gastos de todo y perdí los beneficios que tenía en la empresa”, cuenta Rodríguez, quien asegura que ahora gana la mitad de lo que recibía antes.
Precisamente, Jairo Núñez, investigador de Fedesarrollo, señala que uno de los principales efectos que está teniendo el aumento de la informalidad es que hay un detrimento de los ingresos laborales. “Aunque tengan algún sustento, eso no garantiza que tengan mejores ganancias. Al contrario, eso puede representar un aumento de la pobreza”, considera.
A su turno, Mery González, de 64 años y quien no tiene derecho a una pensión, cuenta que también tuvo que recurrir a montar un emprendimiento de tapabocas y de ropa de mascotas con su hija, Carolina Rodríguez, para tener ingresos extra. “Yo trabajaba confeccionando prendas con una empresa que vendía ropa en San Andresito, pero esta dejó de vender como antes y perdí mi trabajo con ellos. Ahora hago tapabocas, con mi hija ofrecemos ropa para perros y nos ha ido bien. Ahí nos vamos recuperando”, cuenta.
Algo similar le ocurrió a Fredy Alberto Acevedo, de 47 años, quien antes de la pandemia trabajaba en el sector de eventos como independiente y que por la cancelación de encuentros con aglomeraciones ha tenido que recurrir a cualquier actividad o empleo que le salga, “incluso a hacer domicilios”, relata.
Y también Andrés Padilla, quien antes de la pandemia trabajaba como copiloto de aviones comerciales, tuvo que montar un emprendimiento de chocolates con su novia y que mueven a través de Instagram. “Hasta ahora nos ha ido bien y el plan es seguir mejorando el producto. Por ahora ese es el plan A, porque yo me demoré cuatro años en conseguir trabajo desde que me gradué y la cosa está muy complicada”.
Para Iván Jaramillo, del Observatorio laboral de la U. Rosario, teniendo en cuenta el aumento de la informalidad, que también afecta a las mujeres, se debe pensar en políticas que fomenten en el empleo formal a través de incentivos tributarios y formación para el trabajo.