Cuatro años después de aquel 28 de noviembre de 2016, la tragedia del Chapecoense sigue conmoviendo al fútbol. Al mundo. Por siempre.
Fue aquel fatídico día cuando el avión en el que viajaba la expedición de dicho equipo brasileño, que iba a jugar la final de la Copa Sudamericana ante Atlético Nacional, se estrelló por falta de combustible en las cercanías de Medellín. Fallecieron 71 personas (entre ellas 19 jugadores del Chapecoense). Hubo seis supervivientes, uno de las cuales, el periodista Rafael Henzel, murió en marzo de 2019 de un ataque cardiaco.
La investigación determinó en un informe dado a conocer el 27 de abril de 2018 que el vuelo 2933 de LaMia, que partió del aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), se estrelló porque la empresa boliviana propietaria no cumplió con los requisitos de cantidad mínima de combustible exigida en las normas internacionales. La empresa y la tripulación decidieron no llevar a cabo una parada técnica en otro aeropuerto para repostar.
Al enorme dolor se sumó el escándalo al conocerse que Gustavo Vargas Gamboa, director general de la empresa LaMia, fue piloto de Evo Morales, entonces presidente de Bolivia y quien aseguró desconocer que la compañía aérea tuviera licencia boliviana. Gustavo Vargas Villegas, hijo del director general, fue detenido por haber autorizado la licencia del avión.
Neto, uno de los jugadores supervivientes y que anunció en diciembre su retirada a los 34 años tras dos de trabajo intentando rehabilitarse, denunció en marzo que las familias de las víctimas siguen sin cobrar las indemnizaciones y él mismo se siente utilizado por la aseguradora.
El mundo entero homenajeó al Chapecoense y las otras víctimas de aquel accidente aéreo. Atlético Nacional pidió a la Conmebol que adjudicara al equipo brasileño la Copa Sudamericana, como así fue, y el conjunto brasileño participó en la Libertadores. En 2019, sin embargo, el Chapecoense no pudo evitar el descenso a Segunda, en la que ahora milita.